martes, 19 de febrero de 2013

Ciudadano Final: La Última Cena de Judas

Judas dice: “Maestro, ¿Será que mi semilla está bajo el control de los jueces?”
Jesús le responde y le dice, “Vamos, que yo (dos renglones se pierden), pero tú serás agraviado cuando veas que el Reino llega y a toda su generación”.

Cuando (Judas) escuchó esto, Judas le dijo (a Jesús), ¿Que bien es el que he recibido, por el cual tu me has apartado de esta generación?”

Jesús le respondió y le dijo: “Tu te convertirás en el décimo tercero y tu serás maldecido por las demás generaciones – Y tu regirás sobre ellos, en los últimos días ellos te maldecirán por tu ascenso  a la generación bendita”.

Jesús enseña a Judas acerca de la Cosmología: El espíritu y la auto generación 
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Jesús dijo: “(Vamos) que yo te enseñare acerca (de secretos) que ninguna persona (ha ) visto antes. Por ellos existe una gran e ilimitado Reino, cuya extensión ninguna generación de ángeles ha visto, (en la cual) existe un gran espíritu invisible que ninguno ojo de un ángel ha visto antes, ni el pensamiento del corazón nunca ha comprendido, y nunca fue llamado por ningún nombre.

-El Evangelio de Judas Iscariote



A Nelly Jo Carmona, en la larga conversación sobre El Cristo

No como todos dicen; no como todos hablan. He pasado mucho tiempo residiendo en tus letras. El tiempo que no existe, dador de preguntas contra el alma. Fue un tiempo y otro, a veces luz, a veces ceguera, a veces surcos con esos oscuros frescos que bendicen el ahogamiento. Todos los años, querido Judas, te veo morir igual; el sicomoro enfermo por la noche más triste de la humanidad, la cuerda color corinto, la baldosa donde subes y esculpes el nudo de tu muerte. El evangelista escribiéndote, asesino y obsceno. Crispado Judas, te lanzas al aire, y quedas en la púrpura laceración de la asfixia, con otra muerte pequeña y el mismo averno, sin simiente, ebrio de nulidad, harto de muerte sin destinatario. Mil veces la muerte, Judas. Ya no tienes cuerpo. Tienes el cuerpo de todas tus calaveras.

Calaveras con nombres de los que te odiamos. Generaciones que oscilan en un palmo de cicuta para tu nombre. Te odiamos Judas, casi desde el nacer, casi al asistir a la catequesis, y como clavos que ensucian el liso  gong de las paredes, martillarte como el más desalmado enemigo del Maestro. Martillo y silencio. Éramos tus enemigos, nos llevaba el credo, la homilía, Urbe et Orbi luego el cuerpo en la boca, el vino en los labios, el caminar meditado de espaldas al retablo, siendo un histrión decidido a imitar, salmos y ángeles.

Es, que eras malo, Judas. Eras el peor. Y yo te veía llorar, y te veía puro desde tu horca inventada en la falacia de Irineo. Te palpaba mordiendo esa raíz de negación, esa traición abarrotada de monedas de buen oro, y buitres de palabras, comiéndote el alma, si es que tuviste una. Sabía desde mi infancia, que Dios no funde traidores desde el templo de sus adivinanzas, o desde sus correrías por lo perfecto; no estás en el plan de los hombres, estás en el plan del UNO. Limpio quedas en tu evangelio, trayecto de abrojos, trayecto entre Nag Hammadi, y los mercaderes. Te descubrieron en 1978 unos campesinos egipcios en la localidad de Menia, y luego fuiste sacado de Egipto de forma ilegal. El anticuario que intentó venderte, proscrito Judas, pedía una cifra que los posibles compradores consideraron excesiva (tres millones de dólares por el lote en el que ibas incluido), por lo que tuvo que desistir. Tu texto estuvo depositado desde 1984 en un banco de Nueva York. Luego llegó el Siglo XXI, Meyer, Emmel, Kasser, los expertos, las guedejas hondas en papiro donde se te iba interpretando, con el silencio de tu momia profusa y con luz sorprendida, luz, que solo deseaba…hablar.

Y hablaste. Nos dijiste de otro Cristo, niño entre su verbo, sabio entre su aire libre, despreocupado, incandescente, su risa ante los desaciertos de sus discípulos, tu reino en el pecho de una visión que maduraba y clamaba. Hubo una cena donde todos te miraban, y donde Cristo echaba esta semilla que ahora te sigue, pero tú, no la sientes, ya no hay dolor, ni vituperio, tu incensario rezuma el sacrificio, el velo que te ahogaba, el nudo que te borraba, como un boceto de espinas, mordaces sombras de rapiña, y tu sangre perdida en la amargura de los ayes, las mandíbulas del odio, el corazón perseguido. Ta amaba Cristo, como yo te amo. Yo estaba allí, entre ustedes, huérfano, rendido, ignorante. Y en esa letra en copto donde te fuiste disolviendo, leal y sin pensar en nada que no fuera el desapego, me existo; voy por tu figura con esta mortalidad que no conoces, pero que traigo en un talismán de mis tormentas y calmas.

Ya zozobran con amor estas llagas que no hacía mías porque Cristo estaba lejos, en la lengua de Irineo, en la lengua oficial de las historias, en tu culpa, en tu delito insolvente. Duro con mi espíritu, te escribo, amigo Judas. Enjuago esta ciudadanía de mártires contra ti, y echo mosto y hago el sorbo para mi libertad. Dime Judas, cuántos reinos necesitamos para tocarte, para leer la niñez de Cristo, real y extemporánea. Dime cuál es el pecado imperdonable, desde los ojos del rabino, dime cómo son las explanadas de la espada más perfecta en justicia. Aquella noche, cuando de los dedos de Cristo, brotó tu constelación, yo estaba desnudo, pobre, sin palabra y no tenía hambre. No estaba en mí, visitaba un coro desahitado, amaba lo vacío. Y de pronto resulta que no eres un canalla, no eres el ajado truhán que toma la mentira como un trago de ron, y baila con el diablo una cantata de barrancas. No, eres otro, donde yo me había olvidado. Es imposible vivir sin mirarte en tus palabras, y ver en Dios una promesa, un evento de nacer, mucho después de toda muerte o búsqueda.

Es en ti Judas, que se escribe la eternidad desconocida.



Marioantonio Rosa.2013
Derechos Reservados

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