martes, 25 de junio de 2013

Las Naves Quemadas: Frances Farmer y el baile del chacal


























Precoz y hermosa tuvo la palabra. Hija de un abogado, desde pequeña destacó en su instrucción académica consiguiendo muy buenas calificaciones en el instituto. Simpatizante con las ideas de izquierda, consiguió viajar hasta la Unión Soviética tras ganar un concurso de escritura celebrado por una revista de su localidad. Certamen que en su ánfora rompió raíces hacia muchas conquistas y la cercanía a una verdad de estética e interpretación que en solitario, aún buscan la compañía que las imite. Frances era hermosa, y era precoz. Lo fue, y cuando su primer filme Come and get it (1936) del cineasta Howard Hawks  con William Wyler como actor de reparto llegó al proyector, el mundo para Frances Farmer, primera actriz, se hizo simple y rugoso como una nuez. Durante finales de los años 30 y principios de los 40, Frances Farmer apareció en títulos como "El Ídolo De Nueva York" (1937) de Rowland V. Lee, "Aventureros De Dakota" (1941) de Alfred E. Green o "El Hijo De La Furia" (1942) de John Cromwell. Su éxito color de carnaval, sudoroso en pliegos de samba como cualquier mortal rumbo a la divinidad, el gusto a Mar Pacífico de sus pintalabios, la maraca de sus pulseras, sus pasos cortos como cuando una pasión comienza a desnudarse la hicieron diva. Sabía posar entre esa herida plateada que franquean la estética y la estatua. Su mente no conocía a las mayorías. Quizás en el trueno perfecto de su cuerpo, muchas oraciones rancias se quemaron, quizás en ese verbo de la chica rubia y brillante que sabía interpretar en soberana excelencia a Chejov, Calderón o Shakespeare, perderse en las horas recitadas con Pushkin, Corbiere,  o leer acurrucada a su ternura un pasaje de Emile Zola y hasta sé que le hubiese fascinado nuestro Eduardo Lalo. Quiso ir a México para abrazarse con Frida Kahlo y el gran Diego Rivera-antes de que Diego pintara a María Félix, desnuda-juró admirar a Trosky; juró amar sus ojos de lector de los universos y de las pistolas curtidas. Hermosura e intelecto fueron criando un chacal dorado y mirra vigilante de su sombra: la otra sombra de Frances.
“Estrellato es una mala palabra porque nos llevaría al exterminio”, creo, repito, creo que eso dijo el genio de la comedia Groucho Marx mientras Bob Hope se limitaba a romperse en carcajadas. Lo digo por Frances Farmer cuyas naves echó al incendio muy joven. Las películas en las que intervenía eran pocas, pues su afición por el consumo de alcohol y su marcado carácter independiente le llevaron a mantener constantes situaciones conflictivas con los estudios. Marion Davis dijo que era “Lady Pedantry” y Frances ebria en un club administrado por Bugsy Seagal le propinó una bofetada-¿sucedió, o fue un truco de Truman Capote que la seguía a todas partes?- Su detención en 1942 por conducir borracha y las reyertas en clubs nocturnos provocaron su internamiento en un sanatorio psiquiátrico durante largos años. El chacal, estaba en el gran salón bajo los sones de Benny Goodman. Su tuxedo era placa del desierto, y en el desierto las sombras se derriban en soledad. Se abrazaron, chacal  y diva y marcaron la baldosa filosa y larga de brillo hasta el tope del mirador. La policía la hizo bajar del auto, la llevaron a interrogatorio y allí se hizo la pregunta del humo. ¿A qué se dedica? ésa, fue la pregunta. “Cocksucker” fue la respuesta y el mundo se desangró de pudor y lamía sus vitrinas paganas.


La alabo. La conocí de manos de Jessica Lange nominada al Óscar en el año 1982 por Frances, película que recoge la vida de una de las mujeres más auténticas del cine norteamericano. Y lejos de la estatua carcomida, los ojos eróticos y engreídos, el donaire de astro encerrado en jaula terrenal subyace con clara pretensión una mujer que no siguió las pautas, que se rebeló, que retó el orden que casi entre trampa y electroshock la lleva a la lobotomía. Sufrió la incomprensión en un mundo maquillado a la profecía de Marilyn Monroe o un té con aceitunas de Sofía Loren en un café de Verona. Siempre fue una mujer franca en su discurso de individualidad, feminista, prolijo. Así siguió hasta los 56 años al momento de su muerte en el año 1970.
El Chacal se habría devorado en ese Mar Pacífico en ruta por su pintalabios.

Marioantonio Rosa. 2013
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