Se llamaba Magdalena, primer nombre milenario, Cádiz de Cristo, o fue otra cosa nacida en las grandes iniciaciones de la pintura. Su segundo nombre Carmen, que sería bueno plasmarlo en camarería incendiaria contra cualquier mural del gobierno, compañía de planes de salud, o propaganda americana en corte “fashion”. André Breton, Marcel Duchamp, Wassily Kandinski, o el mismísimo Pablo Picasso ya la adoraban pero no fue suficiente; su pintura quedaba dormida hasta la década del 70, cuando ya rota para siempre la despedida a los convencionalismos, la hizo nacer en los labios y los ojos de las muchedumbres. Entonces Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, derrotó la muerte, se hizo llamar Frida Kahlo, y está entre nosotros, bajo un tequila y la mirada amada de Leon Trosky, la atrincherada frente de Diego Rivera, sabrosamente perdido en los lienzos de la inmortal María Félix, y ésta, con las manos rotas al piano de Agustín Lara, el genio compositor de Veracruz, con su pómulo saliente al vidrio de la prostituta que lo deseaba, tanto, tanto, que con sangre nunca se despidió de su rostro.
Pintó unas 200 obras, principalmente autorretratos, en los que proyectó sus dificultades por sobrevivir. La obra de Kahlo está influenciada por Diego Rivera, muralista glorioso que no conoció una frontera que no se rindiera a sus pies, a contemplarle por la técnica, la perspectiva, la originalidad, por el pintor completo. Con él Frida compartió su gusto por el arte popular mexicano de raíces indígenas, inspirando a otros pintores mexicanos del periodo post-revolucionario. En 1938 André Breton la invitó a exponer sus pinturas en Nueva York tratando de convencerla de que en efecto eran “surrealistas” pero ella decidió que estas tendencias no correspondían con su arte ya que ella decía que no pintaba sueños sino su propia vida. Una manera de decirle a su alma, “mi retrato es tu silencio”.
Su infancia la marcaban soledades, celofanes partidos a la faz del aire, a medio exilio del sol, y los días alegres. Frida estuvo marcada desde muy temprana edad por el sufrimiento físico y las enfermedades que padeció. El primero de estos infortunios consistió en una poliomielitis que contrajo en 1913, dando inicio a una serie de sucesivas enfermedades, lesiones diversas, accidentes y operaciones. Esta primera enfermedad la obligó a permanecer nueve meses en cama y le dejó una secuela permanente: la pierna derecha mucho más delgada que la izquierda. Animada por su padre y como parte de su rehabilitación Frida practicó diversos deportes, algunos poco usuales en la sociedad mexicana de su época para una niña, como fútbol o boxeo.
Sin embargo, la evidente limitación motriz, así como las constantes operaciones quirúrgicas y tratamientos médicos hicieron que Frida se desarrollara de modo diferente y con frecuencia se viera impedida de participar con otros niños. Varios de los cuadros que luego pintara en su vida adulta reflejan la temática de la soledad de su infancia. Un ejemplo que se cita con frecuencia es la obra de 1938 Cuatro habitantes de Ciudad de México, un óleo sobre metal que muestra una pequeña niña sentada sobre una superficie en altura y ataviada con indumentaria de Tehuana. La niña parece abandonada y triste, chupándose el dedo con desolación. Ya el silencio, adusto con su caballete imitaba las tristezas de un ser que con su tránsito, habitaría todos los ojos del mundo.
Vino lo peor. El 17 de septiembre de 1925 sufrió un grave accidente cuando el bus en que ella viajaba fue arrollado por un tranvía, quedando aplastado contra un muro y completamente destruido. Regresaba de la escuela a casa, junto a Alejandro Gómez Arias, su novio de entonces. Su columna vertebral quedó fracturada en tres partes, sufriendo además fracturas en dos costillas, en la clavícula y tres en el hueso púbico. Su pierna derecha se fracturó en once partes, su pie derecho se dislocó, su hombro izquierdo se descoyuntó y un pasamanos la atravesó desde la cadera izquierda hasta salir por la vagina.
El arte entonces, el repetirse entonces, en múltiples estadios de su esencia de mujer, se hizo definitivo, vital, así como una naranja cortada en dos mitades: la necesidad de pintar y el talento. Frida conoció a Diego Rivera a través de Tina Modotti. Anteriormente, en 1922, había tenido ocasión de observarlo, durante la realización de su primer mural en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. En 1928 había encontrado nuevamente a Diego Rivera en algunas veladas y reuniones a las que asistía con Tina Modotti, pero no había platicado nunca directamente con él. Un día se animó a visitarlo espontáneamente, mientras trabajaba en una serie de murales para el edificio de la Secretaría de Educación Pública, con el objeto de mostrarle sus propios trabajos. Diego quedó impresionado con la vitalidad y entereza de los cuadro de Frida. Se casaron el 21 de agosto de 1929. Militaron en cuadros grandiosos, grupos políticos, ágapes, viajes, el bien y el mal, el paroxismo y la desilusión. El 6 de noviembre de 1939 Kahlo y Rivera se divorcian, tras una serie de infidelidades, donde el asunto más doloroso para Frida es la relación entre Diego y su hermana. Frida regresó entonces temporalmente a su casa de Coyoacán. Es un período de ánimo depresivo en el que la artista consumió excesivamente alcohol como manera de aliviar sus sufrimientos físico y psíquico. Hay dos producciones pictóricas importantes en este período de separación: Las dos Fridas y Dos desnudos en un bosque.
Hay algo que quedó de esta unión entre el “elefante y la paloma” epíteto muy comentado para designar a la pareja de creadores, mostrando a un Diego orondo, invasivo, obeso versus una Frida mimbrada, enhiesta, sin quejumbre. Ese algo se hizo indivisible, entre ella y Diego.
En febrero de 1954 Frida escribió explícitamente en su diario acerca de sus ideas suicidas. Describiendo como una gran tortura los dolores físicos y psíquicos de los últimos seis meses señaló que aunque continúa pensando en quitarse la vida, lo único que la retiene es Diego Rivera, a quien no desea abandonar porque tiene "la vanidad" de creer que ella le hará falta. El 19 de abril de 1954 ingresó al hospital inglés tras un intento de suicidio y aunque escribió en su diario que ha prometido no recaer, el 6 de mayo, tras un nuevo intento, tienen que hospitalizarla nuevamente. Sin embargo, el ánimo y la valentía la acompañarán hasta el final: Movilizándose en silla de ruedas, el 2 de julio participó, junto a Diego de Rivera y Juan O'Gorman en una manifestación de protesta contra la intervención estadounidense en Guatemala.
La Casa Azul, ubicada en Coyoacán entre las esquinas Londres y Allende, fue lo otro que quedó de Frida, en su registro de nave quemada, casi viviendo en las esteras de la muerte, llena de alba, alzaba sus manos y pintaba, se pintaba, movida e inconclusa porque tenía que decirlo, y lo hizo. Allí estuvimos, y sentía las calaveras del miedo, el teatro del miedo, sentía el miedo de Frida como una humanidad negada que su único delito era tocar las puertas. Allí el tiempo se decapitó dulcemente. Hay una resolución de paz, un pasado en claro-a círculo con Octavio Paz-Esta casa había sido construida por sus padres en 1904 y aparece, también en azul, pintada por Frida en un cuadro de 1936 Mis abuelos, mis Padres y yo, un óleo y tempera sobre metal de Esta obra muestra a Frida como una niña pequeña emergiendo del patio central de la casa de Coyocán, sobre ella sus padres y en el medio del océano sus abuelos. Se ha sostenido que este cuadro demostraría que la casa siempre fue azul. Allí están sus cosas, allí está Diego con la paleta de colores, allí está el universo mismo.
Decidió llamarse Frida Kahlo,
más allá de mismo todo, donde nunca habrá distancia.
Marioantonio Rosa.© 2013