Oscar,
he llegado al alba con tu nombre en mis
labios,
lo iba pronunciando como se pronuncia el
agua fresca
pasé por las rejas de tu nombre, pude
conversar tus soledades,
nos tomamos una taza de café en
silencio,
y caminaba lentamente en el balcón
abierto hacia tus ojos.
Escuchaba tus manos, que son las manos
de una patria,
que son las manos de una voz que te va
iluminando,
y tu rostro, bella rotonda de
avisos, y de verbos
como los pitirres, izaban el cuerpo puro
del aire,
amada bandera sin caminos.
Han sido 32 años, amigo mío, lustros
disecados, sed,
han sido ecos que van y regresan sin
habitantes,
ha sido tu familia cortada a luces de
agonía, ha sido el tiempo,
marchoso como una flecha agotada contra
el muro,
ha sido Dios, deshojando ángeles en tu
oído, pero eres, y amas.
Tú no tienes sombra, tu celaje es el Río
de Corozal,
el río patriarca de las aguas y las
aristas de la alabanza
el río que ahogaba a Diego Salcedo
contra la mentira.
El río de la batalla, el río que hizo
sangre al señorío, el río LIBRE,
Oscar,
te sientas con tu siglo entre alma y oraciones,
y aprendes a sonreír sobre el agrio tren
de las prisiones,
en este viaje que doy contigo, el viaje
de un pueblo que te abraza,
en esta armadura hecha de llanto, de
grito, de nobleza,
en estos pasos venciendo el dolor y sus
fumarolas, te siento,
y siento esta muchedumbre herida en
pañuelos blancos,
esta muchedumbre sembrada de niños y
futuro, estas palabras,
que como
hiedras al cristal, suben la cuesta en
tu vigilia,
ya canción
de La Justicia.
Oscar,
está lloviendo el alba con tu nombre
en mis labios,
déjame llamarte en la casa victoriosa
de los patriotas,
déjame ser la imagen que cruza,
derroca al imperio y celebra,
libre al fin,
más allá de la dulce reja en tu mirada.
- Marioantonio Rosa.© 2013
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