(en el aniversario de esta inolvidable película)
Solo son estas escenas
con sus soles cultivados en nostalgia;
el beso editado por lluvia o por oración;
solo son los ojos cerrados antes del beso
como poner el pie en una barca hecha de lunas
y escribir por segunda vez la invención de la corriente.
Es estar,
amado al aire en esa butaca con silencio
desvestido solamente con el parpadeo de las escenas;
esa gloria, esa sangre, ese disparo a las visiones,
el sudarse las manos por amor y sin tumulto.
El temblor desconocido de una piel que deseas,
y la sensación a cortadura de nieve en las rodillas.
Regresar cuando a veces nos recordamos
llorando la belleza del alma o sus figuras;
sus cañaverales plateados por el sitio de la luz;
la hembra fulminante que cierra las salidas
y en la erección oculta se dibuja a nuestra cama.
Ver héroes, nigromantes, dictadores, actrices,
actores echados al ángulo que hace fatigar la magia.
Estar, ¿Cómo? No existe el rito de los cometas,
las palomas nos han dejado en solitario;
nos deja en soledad el olvido de soñar,
-ya no somos los mismos-, alguien dijo desde muy lejos,
alguien dijo Dios, y anochecía en la ceguera.
Sin embargo,
he encontrado la misma butaca de Salvatore Di Vita,
hubo un columpio donde Ginger Rogers desaparecía,
el beso con frío de Jonh Gilbert a Greta Garbo,
los espirales en los ojos de Bette Davis,
Vittorio De Sica esta vez en una rueda de peces en alta mar;
El Potemkin de Eisenstein, o mejor los besos,
todos censurados, vivos, regresando a mis ojos
abriendo su equipaje de charcas y sonidos
aquí sentado, en la sala de proyección
con un poco de alma como la mayoría de los hombres,
por primera vez vestido de los besos que no se olvidaron,
y con ganas de llorar.
Marioantonio Rosa.© 2014 Ver más