miércoles, 1 de enero de 2014

EL BOSQUE SILBANTE












Entro sin nadie al bosque silbante
entro con la vieja sal donde toda mi soledad relumbra
como ese oráculo que a tempestad se abandona
y en madera nueva las palabras conmueve.

Otra vez escucho el silencio;
su celaje de río, su viento mestizo
como una flecha roja preparada contra el fuego
es inútil sentirse humano ante esa transparencia
mejor imaginarme en la nada, dejarlo todo,
y entrar con la suave armadura de lo invisible,
ya sin sueños, ya sin esta ropa de los siglos
vistiendo una frontera descalza donde me imito.

Abetos,
luego gorriones, y ciudadelas de hiedra;
un surtidor para atardeceres, ecos sin dueño,
y esa misma casa de las nieblas errantes,
donde una vez, resplandecida su corona ciega

todo acaba y nace.

Y pude ver mi otro cuerpo,
mis facciones desviadas por lo vivido
pude ver rastros de palabras vencidas, otras en fulgor,
también esas palabras en visión de sangre,
yo digo que me contemplaba en mi cuerpo;
tus senos y tu nombre zozobraban barcos,
echaban al espíritu, proas de luna amarga,
-Poe, creía en la ebriedad del péndulo-yo, en su trago,
perdido y solemne en la sed, dulce terror,
así,voy naciendo con una raza callada,
unas malvas en las manos, un beso por vestido,
y el perderme en este bosque eliminado por los hombres;

entro eternamente a esta cintura de cortezas y brisas,

sin nadie,

como una vuelta al amor,

en lo invisible.



Marioantonio Rosa.© 2013

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