Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños,
con un vals, me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení!.
-Ástor Piazzolla
Luna lunera, cascabelera
Firme en plata antigua, resplandece. Es mayor al tiempo, a mis
juguetes, a mis libros de infancia, o esa primera desnudez sorprendida,
en mi carro rojo-o el de mis padres debí decir, más honestamente-Buick
Lesabre, modelo 1980, bajo un beso de temblor, o meses más tarde, roto
en insomnio mirando su rastro sobre el costado del Mar Atlántico, y
preguntarme dónde estaba ella, y la carta que nunca llegó. Firme en
plata antigua, tiene lenguaje, en memoria y siglos. Anaxágoras la llamó
“astro habitado” Demócrito ya urdido en la teoría atómica, pensaba en
una luna en ciudadelas, su discípulo Filolao nos dijo que el día lunar
equivale a quince días terrestres, Plutarco más allá de sus Vidas Paralelas
la abrazó, llamándole “segunda tierra” y un libro que hace mucho tiempo
caminaba por mis ojos “El Hombre en la Luna” (1638) un obispo llamado
Francis Goodwin echaba el relato de como Domingo González, español, con
una pareja de gansos amaestrados llegaba y la conquistaba. Firme y
plateada, otra vez, sobre un monte de lluvia Galileo la descubrió
desnuda en sus cráteres, con sus lentes hechos entre la eternidad. Luna,
menguante, creciente, omnímoda, precisa, misteriosa.
Ahora que nos llega “La Noche de las Brujas” la prosa me rasga su
primera ciudadanía. Ahí arriba está, cortando el cielo, mirando,
punzando la psiquis, el helio de todos los sueños derribados, la presa
de las sombras, el trago acuchillado, la dación de la saliva, la pesca
de las pieles, el ritual despeinado en la ciudad, o sencillamente la
hora de dormir, sin testigos, mansos, o de sangre. Miro el país de la
luna, tiene un sexo de niebla, collares de orgasmos, leche y saltos,
devoción al susurro, istmos y jodederas. Voy decorando con soledad este
eterno desquicio que provoca observarla largamente, entre su Mar de Tranquilidad, El Cráter Tycho, El CráterTsiolkovski, El Cráter Copérnico
y ¿quién se nos queda? Sí, los astronautas, Yuri Gagarin-antes del
programa espacial APOLLO-Amstrong, Noonan, Lovell, Jonh Gleen, Gordon
Cooper, Gus Grissom, Shepard y después los transbordadores, incluyendo
el difuminado en el año 1986, y después, ¿después, qué? El silencio azul
macizo, atolondrado, medio herido entre gacela y senectud, hecho para
recordarse, que la luna en su dominio sonámbulo, despliega y ata a los
corazones, al sexo, al sueño, a los presagios, los licántropos, los
imaginados, los vampiros, la escalinata del insomnio, y el duende con
vestido de mar, que hace cabriolas platinadas contra el agua o contra un
cuerpo quieto; entremés de un cascabel sabroso que iza en la piel
rasguños de ebriedad.
Siento que me quedo con los acordes de La Sonora Matancera, allá en la Cuba de Prío Socarrás, cantando en el cabaret Luna lunera, cascabelera, bajo los tumbos de Rogelio, Caíto, Celia Cruz, y Daniel Santos.
Y por supuesto, un buen cubalibre, cosa de pecar, irremediable.
Marioantonio Rosa. 2012.
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