...contemplación de los sucesos en Belmez de la Moraleda en Jaén, España, año 1971.
Es una penumbra dulce, filosa, próspera. Se va educando en unas
formas que a entrelíneas parecen desiguales, y de pronto, se van uniendo
en su vapor personal, en su vapor de una vieja voz, de color gris,
herida en su hospedaje de lamentos. Muchos la han visto: rostros
perdidos en un grafito fuerte, capaz de espantar y sorprender. La
primera vez, que siendo casa se impregnó de caras desconocidas fue en el
verano de 1971, en Bélmez de la Moraleda, al baño sur de la provincia
de Jaén, en la Andalucía del Jerez, y de los mares. Una mañana en copa
cansada de rutinas, una copa de paseos cortos, de aires disímiles, y
mapas de sal achicando el cielo. Fue una mañana en la cintura de todos,
el andar en pausas, la chimenea, los arneses, el cielo duro del caballo.
Voces de muerte encarcelada, quizás. Hay dimensiones abiertas, dicen estas letras. Yo, las escribo bajo el mando de un río inexpresivo, pero único. Aquella casa de la calle Real, número 5, palpitaba de caras. Caras ajenas, que no respiraban un retrato de familia, que no andaban en el péndulo del sol echando horas. Caras que avisan un misterio, o avisan una visita momificada en el tiempo. Ay, caras de un dolor tan seco bajo el rito del entierro. Voy sin mí, a buscar esas caras para escribirlas aquí, bajo orbe ciudadano. Soy torpe en mis pensamientos fronterizos, o adivino, o creo, o soy, limpia pregunta a las maravillas.
Las fotografías al piélago de su relato, no dejan de mirarme. Sigo buscando la sangre de aquellos nombres que sólo tienen cara, sin lenguaje, sólo el atisbo; ese silencio voraz como la ruptura de una pirámide hacia arriba, o cielo, o infierno, o mundo, o intramundo. María Cámara, la hacendosa señora que las vio primero se ha ido, no dejó palabras, ni equipaje. Creo que dejó su sombra plasmada en esa mañana del 23 de agosto, mañana infinita de todos, cintura de todos, crisol o talismán, cuando a contraluz del fogón un rostro, la fue sorprendiendo.
Yo escribo, la cara relatada, con acento.
Marioantonio Rosa.2012
Voces de muerte encarcelada, quizás. Hay dimensiones abiertas, dicen estas letras. Yo, las escribo bajo el mando de un río inexpresivo, pero único. Aquella casa de la calle Real, número 5, palpitaba de caras. Caras ajenas, que no respiraban un retrato de familia, que no andaban en el péndulo del sol echando horas. Caras que avisan un misterio, o avisan una visita momificada en el tiempo. Ay, caras de un dolor tan seco bajo el rito del entierro. Voy sin mí, a buscar esas caras para escribirlas aquí, bajo orbe ciudadano. Soy torpe en mis pensamientos fronterizos, o adivino, o creo, o soy, limpia pregunta a las maravillas.
Las fotografías al piélago de su relato, no dejan de mirarme. Sigo buscando la sangre de aquellos nombres que sólo tienen cara, sin lenguaje, sólo el atisbo; ese silencio voraz como la ruptura de una pirámide hacia arriba, o cielo, o infierno, o mundo, o intramundo. María Cámara, la hacendosa señora que las vio primero se ha ido, no dejó palabras, ni equipaje. Creo que dejó su sombra plasmada en esa mañana del 23 de agosto, mañana infinita de todos, cintura de todos, crisol o talismán, cuando a contraluz del fogón un rostro, la fue sorprendiendo.
Yo escribo, la cara relatada, con acento.
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