(contemplaciones a un relato de Gabriel García Márquez)
a Jeannette Cabrera Molinelli
"Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y una aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesiá que de los Andes."
-Gabriel García Márquez
EL AVIÓN DE LA BELLA DURMIENTE
Despegue,
cinturones abrochados
los motores no son otra cosas que martillos
en doble coreografía de humo
las cosas hacia arriba son más veloces
y la lejanía de la tierra desangra su cuerpo
en la magia inexpresiva de lo diminuto,
hombre y tierra, solos o perdidos
en el gran silencio del cielo
altura crucero,
solo un reino azul en explanadas de soledad,
los cirros en 38,500, pies sobre toda vida
viven desquiciados su escenario de figuras,
la azafata en su estatua hace la pregunta,
pasta, pollo, una copa de vino, cerveza de lujo,
el poeta la contempla en un vacío de imágenes,
nada queda al borde de este lancero de miradas,´
y otra vez el silencio en los labios,
el silencio mira a la azafata, y mira a la estatua,
el silencio toca un paisaje donde la azafata está desnuda´
hecha de lágrimas en un aljibe donde solo lava cristales,
o derrumbes de luz, o la sal rota de una estrella,
poeta y silencio cantan a la estatua,
toda una sinfonía invisible se destroza entre sus ríos,
la azafata es un rosa amarilla, un ausubo a media tarde,
o la locura celeste del colibrí en las asonancias,
muchas cosas, piensa y sueña el silencio,
hasta imagina el sorbo de cerveza, como un adivino,
que escucha los tres deseos del desamparado,
aterrizaje,
cinturones abrochados
vuelve la cercanía de la tierra y el hombre
el reino azul queda ahora pequeño como un dedo
son hermosos estos hatos entre bares y catedrales
en otro clima y otro idioma,
solo que el silencio se ha marchado
y ese todo soñado en la alquimia de las estatuas,
es nada.
Marioantonio Rosa.© 2014
cinturones abrochados
los motores no son otra cosas que martillos
en doble coreografía de humo
las cosas hacia arriba son más veloces
y la lejanía de la tierra desangra su cuerpo
en la magia inexpresiva de lo diminuto,
hombre y tierra, solos o perdidos
en el gran silencio del cielo
altura crucero,
solo un reino azul en explanadas de soledad,
los cirros en 38,500, pies sobre toda vida
viven desquiciados su escenario de figuras,
la azafata en su estatua hace la pregunta,
pasta, pollo, una copa de vino, cerveza de lujo,
el poeta la contempla en un vacío de imágenes,
nada queda al borde de este lancero de miradas,´
y otra vez el silencio en los labios,
el silencio mira a la azafata, y mira a la estatua,
el silencio toca un paisaje donde la azafata está desnuda´
hecha de lágrimas en un aljibe donde solo lava cristales,
o derrumbes de luz, o la sal rota de una estrella,
poeta y silencio cantan a la estatua,
toda una sinfonía invisible se destroza entre sus ríos,
la azafata es un rosa amarilla, un ausubo a media tarde,
o la locura celeste del colibrí en las asonancias,
muchas cosas, piensa y sueña el silencio,
hasta imagina el sorbo de cerveza, como un adivino,
que escucha los tres deseos del desamparado,
aterrizaje,
cinturones abrochados
vuelve la cercanía de la tierra y el hombre
el reino azul queda ahora pequeño como un dedo
son hermosos estos hatos entre bares y catedrales
en otro clima y otro idioma,
solo que el silencio se ha marchado
y ese todo soñado en la alquimia de las estatuas,
es nada.
Marioantonio Rosa.© 2014
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