Han pasado horas,
los ojos no se tocan, algo del cielo se repite,
las manos miran su propia postura de piedra
sentado en la orillas de la corriente
el hombre, se ha ido al agua,
la memoria moja sus relieves y ventanas
como un sediento en su rito final
o una voz escapándose del alma.
Tú amor y vigilia de peces,
los cuerpos vividos que alimentaste
tu casa llena de paseos inextinguibles
la sangre que vistes, el duelo que cantas
aquí, frente a este río acaricia las amarras de tu silencio
es tu pescador creado, lo lanzas al corto infinito
que el paisaje monta en potra de viento y pájaros,
buscando, buscando, ¿y dónde estoy?
pero caminan desde ti las prisiones de un celaje,
el aljibe blanco de un sol, la ruina de una iglesia,
el delta de tigres robado para el verano,
o simplemente tú, amaestrado por el tiempo,
cruzado en la esgrima de sombras y alabanza,
oficio duro del ser,
que ahoga y nace,
imantado.
Marioantonio Rosa.© 2014
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