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miércoles, 11 de junio de 2014
LA FLOR DEL DURAZNO
Rendida, la flor del durazno,
parecida a esta balada que se rompre dulce
al agua melancolía, a los pecados suaves
y el paso de la lámpara hacia lo oscuro.
Una vez, siendo un niño perdido
me habitaba los ojos con su soledad
y esa distancia noble de su esplendor
hizo este silencio
con el que desnudo todas las cosas vivas.
En el traje de los viajes
sin nombre caminaba desde sus ecos;
estaba el alma, la que todavía busco
y un sabor de ciudad hacia mi sangre nueva.
Me hice hombre,
y la corteza donde brota su jauría
me hizo ver alguna vez, la espalda de la lluvia
como un cuerpo despertando,
y luego en esas heridas otra voz me maduraba
ese umbral donde acaba el sol, entre las manos.
La he vuelto a ver,
en su corona simple, y su aire ligero
y el alma me regresa, como este fuego sencillo
donde reina la pregunta.
Perdona amigo, que en este poema
no exista otra cosa que ella,
todo se me olvida, ruido, nombres,
malas palabras, otra buenas palabras viejas,
y se quede solamente esta imagen
donde nunca se regresa.
Marioantonio Rosa.© 2014
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