viernes, 27 de junio de 2014

POR LAS REDES


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
No sé que hago en este gran abismo azul,
en esta arbolada de marejadas en belleza de nadie;
amanece, conmigo en el respiro, simplemente,
lejos de la tierra y sus heridas, soy único hombre en el océano...


como un hondero en el silencio de la gran captura.

Las nasas son nombres,
pecados, vitalidad de muerte, vitalidad de sangre;
las nasas pueden ser una imaginación sonámbula
que va en sonido vertical hacia una canción de cuna
o puede, como yo, llorarse al oleaje,
pero no deseo que el cuerpo mar se haga ruptura de esta voz,
prefiero las roncas palabras de la sombra que me hace continuar,

el perfil sereno de los náufragos.

De la tierra recuerdo poco,
un geranio, una plaza de cuchillos, un torso contra el sol,
la taza de ron regada bajo otras luces,
que no dejan de apagarse en la oración decapitada de los tristes,
ah, y la ciudad, con su orbe de hojalata,
su matiz de incienso torcido entre los ojos dormidos

y un poco de mujer, y una mancha del infinito en el mantel.

No pienso más,
esto que se escribe es el alma que se va contra los hombres,
es el alma, acaso prendida al fuego de los templos,
es el alma con valijas de nubes blancas,

es mi alma en todo,
o en nada.

Marioantonio Rosa.© 2014

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