En el año sin tiempo
un aguacero vivía encarcelado en las nueve terrazas
un aguacero como un puñado
latiendo en roca en la Pirámide de las Inscripciones
un aguacero descalzo,
cubierto en una sangre en círculos
y el sol.
En el relieve
el silencio se habitaba sacrificado;
era un viento rojo, hijo del gran incendio
también ave de sangre, símbolo
reunido.
Pakal, Rey del Palenque
en las llamas de su nave se visitaba etéreo
suscrito a la hermosura del astro macizo
más apretado en el beso del mascarón
donde el sol, rompe y se repite de albas antiguas;
cauce del jade a lucha con la obsidiana, su máscara.
¿Hay otro espacio rasgado por tus ojos?
¿Acaso una morada de delfines se hará cántico en tu lengua?
Pakal, rey alado,
sube en su nave de visiones y gacelas
y su cuerpo suda el espejo primero de las galaxias,
él no era hombre, ni maya,
solo el aguacero
de las estrellas amando.
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