miércoles, 5 de agosto de 2015

RECADO A RAPHY LEAVITT















Por no cerrar los ojos
por creer que los ángeles se escapan
y tienen un abanico de sones en aguaceros;
por saberme a tu piano y tu trompeta
y un dolor de pueblo que ilumina tu cara.



Por escuchar de ti,
a ese Maisito hecho ya de lágrimas
imantado en la visita de la muerte;
la voz de Sammy Marrero como una mano de cristales
dando a la conga, melaza de amor,
soles duros en la rabia de una Antillanía.


Hay un payaso quebrado de luces
en aquella oscuridad donde todo queda a las manos
primer amor, que aprende la soledad de desnudarse
y un susurro al oído en los pies de ese encuentro
por la vorágine de no regresar inocente.

Pero los ángeles saben escaparse.

Adivinan el desmayo del acento imperfecto
en la plaza soleada a sonidos de todo baile reuniéndose
donde se sueltan las melenas y los achaques del sudor,
y donde el alma elige zozobrar al repique de los pasos;
un río fuerte, un trueno de tierra adolorida
y las llamas de ese crucifijo que ahora te abraza.

Raphy, estando ahora en tu pausa a la próxima canción
te doy las gracias por mi infancia,
cuando te escuchaba oficiando un nuevo día
bajo ese ramo de yerbamora fresca,
pintando preciso una campiña ahora ausente
y el jibarito perdido en la siembra del alba
con la asada y el machete vencidos por el cañaveral
y un Puerto Rico hecho a tu música
y una esperanza que se nos pierde.

Los ángeles saben escaparse:


me lo ha dicho tu silencio.

Marioantonio Rosa.© 2015

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